Cita del libro de Vicente Verdú El planeta americano (Anagrama, 1996), página 38:
Gilles Lipovetsky en El crepúsculo del deber fija entre los cincuenta y los sesenta el giro de la ética occidental, que desde esa época rehúye las virtudes del ahorro y de la contención burguesa. La enseñanza escolar europea, basada hasta entonces en el racionalismo de la Ilustración y en fundamentos de orden religioso, había extendido la virtud del ahorro. Pero la gran novedad a partir de finales de los cincuenta fue que la sociedad ingresó en la época del consumo y la comunicación de masas. A partir de ese momento, el futuro deseado es reclamado a presentarse sin demoras. Ya no será la abnegación y los deberes quienes ocupen el centro de la existencia, sino el bienestar, la libertad inmediata, el derecho irrenunciable del individuo a vivir de acuerdo con sus deseos.
Este movimiento, que en Europa se manifestó en torno al fenómeno del «68», se acompañó en Norteamérica con un insólito ascenso de los laicos. La Iglesia, todas las Iglesias, ocuparon el punto de mira de las críticas a cargo del sector más dinámico de la sociedad. En Estados Unidos, desde el papa Pablo VI hasta el fundamentalismo protestante adquirieron la condición de fuerzas conspiradoras contra el derecho a disfrutar del divorcio, el aborto, el amor libre, la homosexualidad y cualquier forma de hedonismo antipuritano. Las Iglesias principales, las main-line churches aparecieron como represoras de los derechos humanos, que precisamente la utopía americana se había propuesto desarrollar. La revuelta juvenil en Europa era política y anticapitalista, pero en Estados Unidos el conflicto se empapó enseguida de fluidos religiosos.